martes, 1 de diciembre de 2015

La Publicidad

En la publicidad se trata de decir mucho en poco tiempo o pocas palabras. Los mensajes deben ser claros, contundentes y efectivos. Es frecuente que se apele a la víscera, al sentimiento del receptor, pues no hay tiempo para largos razonamientos lógicos a la hora de convencer a aquel que lee,

oye o ve el anuncio. Se juega con los tópicos, las aspiraciones sociales, los sentimientos de inclusión en el grupo o de exclusividad y distinción. La publicidad crea estereotipos y marca con frecuencia lo correcto o deseable socialmente frente a lo que está mal

(pensemos, por ejemplo, en la delgadez y la juventud como condiciones indispensables de la belleza y el bienestar personal). Es habitual, también, que entre las argumentaciones del mensaje publicitario se recurra a falacias lógicas 

(el anunciante fía la venta de su producto al nombre o la imagen de algún famoso), ad populum (el argumento de la mayoría que prefiere este o tal producto) o a la interpretación original de las estadísticas. Se crean neologismos, tecnicismos que impacten y apelen a la imaginación del receptor, asociaciones caprichosas y referencias a aspectos y vagajes culturales que se presuponen en el público al que va dirigido el mensaje

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